
Una narrativa de identidad múltiple dirigida por Halina Reijn
Texto por E
El relevo creativo en una maison como Givenchy no es un simple cambio de nombres; es una reconfiguración del alma estética de la marca. Y con su primera campaña bajo la dirección de Sarah Burton, la casa francesa demuestra que la transición no será silenciosa. Al contrario, será cinematográfica.
Kaia Gerber —modelo, actriz y rostro emblemático de la nueva generación— es la protagonista absoluta de esta nueva visión, plasmada en imágenes dirigidas por Halina Reijn, reconocida directora neerlandesa con un pulso visual tan narrativo como inquietante. El resultado no es una serie de poses, sino una sucesión de personajes, como si cada toma escondiera un acto de teatro íntimo.
Vestida en tonos sobrios, con cortes que revelan la mano técnica y escultórica de Burton, Kaia se convierte en múltiples versiones de sí misma. Una mujer en fuga, una musa melancólica, una sombra entre luces duras. El dramatismo está contenido, no es explícito; se insinúa en gestos, telas, texturas. La feminidad, lejos de ser decorativa, se construye desde la interpretación.
Sarah Burton —quien tomó las riendas de Givenchy tras su aclamada trayectoria en Alexander McQueen— introduce aquí una narrativa que se aleja de la opulencia barroca de su antecesor y entra en terrenos más emocionales, conceptuales, casi psicológicos. La campaña es un statement silencioso: la nueva etapa de Givenchy no se grita, se interpreta.
Esta primera entrega sugiere que la maison se abrirá a un universo donde la moda es relato, la imagen es personaje, y la identidad es múltiple. En tiempos donde lo superficial domina, Burton y Reijn ofrecen lo contrario: profundidad estética y potencia interior.
Una campaña que no sólo viste, sino que cuenta.
Y que marca el inicio de una dirección creativa que, sin duda, dará mucho de qué hablar.







