La cantante y compositora estadounidense Sabrina Carpenter levantó una fuerte protesta pública este martes luego de que la Casa Blanca difundiera un video en redes sociales acompañado por su canción “Juno”. El material audiovisual muestra operativos de la ICE (Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos) con escenas de detenciones de migrantes, sobre las cuales su tema suena de fondo.
Ante esto, Carpenter publicó en su cuenta de X —antes Twitter— un mensaje contundente: “Este video es malvado y repugnante. No me involucren nunca a mí ni a mi música para beneficiar su agenda inhumana”. Con esta declaración, la artista exige que su obra no sea utilizada sin su consentimiento en lo que considera una estrategia propagandística que pretende justificar redadas migratorias.
La reacción no se limitó al rechazo de Carpenter. Su denuncia se inscribe en un contexto más amplio: otros artistas también han protestado contra el uso no autorizado de sus canciones por parte de instancias oficiales, denunciando la manipulación de su trabajo con fines políticos o de propaganda.
Este suceso reaviva el debate sobre el uso de obras musicales con fines gubernamentales, el consentimiento artístico y la ética en el uso de contenidos culturales en contextos de derechos humanos. La postura de Carpenter deja claro que, para ella —y numerosos colegas en la industria— la música no debe utilizarse como instrumento de políticas migratorias ni de estigmatización social.
