
NEW YORK, NEW YORK - MAY 05: Met Gala Co-Chair, A$AP Rocky attends the 2025 Met Gala Celebrating "Superfine: Tailoring Black Style" at Metropolitan Museum of Art on May 05, 2025 in New York City. (Photo by Jamie McCarthy/Getty Images)
La Met Gala de este año no fue un simple desfile de celebridades vestidas con trajes de diseñador. Fue una misa estética, un ritual contemporáneo en donde la moda dejó de ser objeto para convertirse en signo, eco y archivo. El tema oficial, “Sleeping Beauties: Reawakening Fashion”, marcó una de las propuestas curatoriales más ambiciosas del Costume Institute: traer al presente las piezas dormidas del pasado, aquellas prendas olvidadas en vitrinas y depósitos, para devolverles la vida a través de la interpretación, el cuerpo y la emoción.
Desde el primer paso en la escalinata del Met, quedó claro que estábamos ante un ejercicio de resurrección simbólica. Los asistentes no solo rindieron homenaje a obras maestras textiles de otros siglos; las encarnaron. La alfombra se convirtió en un cementerio de memorias, sí, pero también en un jardín que brotaba nuevos lenguajes. Encajes oxidados, referencias decimonónicas, transparencias como piel que recuerda, flores que no eran ornamento sino gesto político. Aquí, la moda no solo se reactivaba: se reprogramaba.
Lo sublime, lo teatral, lo inesperado
Entre los asistentes, nombres como Zendaya, Bad Bunny, Tyla, Doja Cat, Gwendoline Christie, Lana del Rey y Harris Reed dominaron el campo visual con apariciones que desafiaron toda expectativa. La dualidad entre opulencia y sutileza fue un juego recurrente. Tyla, por ejemplo, apareció como una Venus de arena, literalmente convertida en escultura erosionada por el tiempo. Zendaya, vestida por Margiela en un acto casi escénico de teatralidad gótica, parecía una heroína sacada de una pintura prerrafaelita pasada por el filtro de Galliano.
Hunter Schafer, que brilló tanto en la gala como en el after party, nos recordó que el cuerpo y la ropa pueden convivir sin jerarquías: su silueta ambigua, translúcida, ligeramente metálica, fue un manifiesto en movimiento. Donde otros buscaron belleza, ella eligió provocar.
Dúos, simetrías y códigos compartidos
Uno de los fenómenos más notables de esta edición fue la aparición de dúos cuidadosamente coordinados. Parejas, amistades, colisiones estilísticas que caminaron juntas como si cada uno de sus gestos formara parte de una misma coreografía conceptual. La moda compartida no como duplicación, sino como tensión creativa.
Desde Ayo Edebiri y Paul Mescal en tonos sincronizados, hasta duetos más arriesgados como Elle Fanning y Sarah Burton, los códigos compartidos se sintieron menos como combinaciones planeadas y más como alianzas simbólicas. En el Met Gala 2025, la relación entre moda y vínculo humano se hizo explícita: vestir como quien se conecta con otro.
El after party: donde el estilo se desnuda
Si la gala es el escenario de la forma, los after parties son el laboratorio del fondo. Y en esta edición, los cambios de vestuario no fueron simples transiciones: fueron mutaciones de identidad. Las celebridades bajaron el volumen ceremonial y subieron la frecuencia de su verdadero estilo. Brilló, por encima de todos, el look de Hunter Schafer, quien llegó al after como si saliera de una pasarela post-humana: líneas líquidas, piel iridiscente, un balance perfecto entre seducción y performance.
Fue en estos espacios íntimos donde la estética se volvió más cruda, más política. Los brillos ya no eran solo lentejuelas, eran pulsaciones de deseo y pertenencia. El lujo, lejos de las vitrinas, se convirtió en expresión subjetiva.
¿La gala más conceptual hasta ahora?
Sleeping Beauties es un título engañosamente poético. En realidad, se trató de un experimento radical: ¿qué pasa cuando vestimos la historia? ¿Qué se activa en el presente cuando nos permitimos reanimar lo que ha sido enterrado por la moda misma? La curaduría propuso una conversación profunda entre lo que recordamos y lo que decidimos volver a mirar. No todo fue espectacular. Hubo fallos, clichés y repeticiones. Pero en medio del ruido visual, emergieron momentos que sí fueron verdaderos despertares.
En Erode creemos que la moda no es solo tendencia, es discurso. Y esta Met Gala fue, quizás, el momento más claro de esa idea. La ropa habló. El archivo respiró. El presente escuchó.



