
El Festival de Cannes no solo es uno de los eventos cinematográficos más prestigiosos del mundo, sino también uno de los escenarios más influyentes de la moda contemporánea. La edición 2025 lo ha confirmado una vez más: si el cine cuenta historias en la pantalla, la alfombra roja las narra con telas, cortes y gestos. Este año, Cannes ha sido una pasarela emocional, provocadora y, en algunos casos, abiertamente política.
Desde el primer día, la Croisette vibró no solo con estrenos esperados, sino con la presencia de figuras que impusieron estilo sin esfuerzo. Jennifer Lawrence fue una de las más comentadas: caminó por la alfombra con un vestido plisado de Dior, de inspiración francesa años 40, que se alejaba de los brillos ostentosos y apostaba por una feminidad estructurada y elegante. A su lado, Angelina Jolie optó por una silueta más fluida y etérea, con un diseño drapeado de un solo hombro firmado por Tom Ford, que recordaba sus épocas más icónicas de la década pasada, pero con una sobriedad renovada.
Amal Clooney, siempre impecable, deslumbró en un vestido escultural, mientras que Sabrina Elba hizo de la simplicidad su bandera, al portar una pieza negra de Schiaparelli que demostraba que el menos es más, si se tiene porte y actitud.
Pero Cannes también ha sido terreno para los desafíos. Este año, el festival impuso reglas más estrictas de etiqueta, prohibiendo los atuendos “demasiado reveladores” o “excesivamente voluminosos”, en un intento por preservar la “elegancia tradicional” del evento. Esa decisión fue recibida con críticas, sobre todo por celebridades que ven en la moda una herramienta de expresión. Heidi Klum lo dejó claro: apareció en un vestido de encaje completamente transparente, que dejaba ver claramente su ropa interior. Fue más que una elección estilística; fue un gesto. Una forma de decir que la sensualidad no es incompatible con la elegancia ni con la inteligencia.
Uno de los momentos más virales del festival fue el debut de Mina, integrante del grupo surcoreano TWICE. La estrella del K-pop apareció con un vestido negro sin tirantes que parecía sacado de un cuento de hadas contemporáneo. Con una silueta minimalista y un aire de princesa moderna, Mina se consolidó no solo como ídolo musical, sino como referente de estilo internacional.
También se vivieron regresos esperados. Nicole Kidman, ausente de Cannes desde hace ocho años, volvió a la ciudad francesa para participar en el Women in Motion Talk organizado por Kering. Para la ocasión, la actriz sorprendió con un look audaz: chaqueta de cuero tipo corsé y jeans anchos firmados por Balenciaga. Una mezcla de modernidad, provocación y poder. El atuendo, más cercano a una pasarela urbana que a una alfombra clásica, reflejó la libertad que muchas celebridades están reclamando: vestir como quieran, incluso en eventos que históricamente han dictado reglas estrictas.
En su conjunto, Cannes 2025 ha sido más que una galería de atuendos: ha sido un manifiesto visual. Cada vestido, cada elección estética, ha contado una historia. La moda no fue un simple accesorio de la noche, sino una extensión del discurso de cada mujer que desfiló. Algunas optaron por la nostalgia del glamour clásico, otras por la contundencia del presente. Y muchas, por la libertad de ir más allá de los códigos impuestos.
Cannes sigue siendo ese lugar donde el cine y la moda se encuentran para dialogar, para provocar, y para crear imágenes que quedarán grabadas en la historia cultural de una época. Y este año, más que nunca, lo que se vio sobre la alfombra fue tan importante como lo que se proyectó en la pantalla.


