
El esperado desfile, presentado el 9 de julio, marcó el inicio de una nueva era para la casa, tras la salida de John Galliano.
La colección Artisanal FW25 fue todo menos silenciosa. Martens se mantuvo fiel al espíritu subversivo y experimental que define tanto su carrera como el ADN de la maison fundada por Martin Margiela. A través de un espectáculo cargado de dramatismo, técnica y distorsión, el diseñador belga confirmó lo que muchos ya esperaban: que su visión encaja de forma inquietantemente natural en el universo de Margiela.
Una narrativa tejida en fragmentos
Desde el primer look, Martens propuso una lectura fragmentada de la silueta humana: hombros exagerados, corsetería distorsionada, capas que parecían estar deconstruidas en pleno movimiento. Todo ello acompañado de un uso intrincado de materiales: desde pieles envejecidas hasta sedas translúcidas, pasando por lonas recicladas que simulaban papel o yeso.
Las máscaras —elemento esencial en el lenguaje visual de la maison— estuvieron presentes, aunque reinterpretadas con un giro artesanal que recordaba a esculturas de barro o rostros esculpidos a mano. Era una especie de homenaje al anonimato creativo de Margiela, pero también un grito estético que reclamaba la atención total.
Vanguardia sin concesiones
A diferencia de otras colecciones de alta costura que buscan equilibrio entre la elegancia y lo comercial, Martens se lanzó de lleno al delirio creativo. El desfile pareció más una ópera visual que una presentación de moda tradicional. La música, las luces, y la puesta en escena casi performática jugaron un papel clave en envolver al espectador en un mundo distorsionado y fascinante.
El legado de Galliano, la impronta de Martens
La herencia de John Galliano aún resonaba en el ambiente, especialmente en la teatralidad de la puesta en escena y la estructura compleja de muchas piezas. Sin embargo, Martens no imitó ni recicló fórmulas. Su formación en arquitectura, su trabajo radical en Y/Project y su reciente paso transformador por Diesel le dieron las herramientas para reinventar sin traicionar.
Al final del desfile, el público respondió con una ovación de pie. No fue solo un acto de cortesía parisina, sino el reconocimiento de que Glenn Martens logró lo más difícil: entrar en una casa con una historia poderosa y lograr que esa historia vuelva a escribirse con autenticidad.
Maison Margiela entra ahora en una etapa incierta, sí, pero también más viva que nunca. Y Martens, con su debut, ha dejado claro que está dispuesto a empujar los límites hasta donde la costura, el arte y la identidad se lo permitan.



